(José
M. Castillo*) Existen dogmas de fe sobre la familia? Por tanto, ¿se
puede afirmar, con toda seguridad, que en la fe de la Iglesia existen
verdades dogmáticas, que son indiscutibles y que, en consecuencia,
no es lícito poner en duda en ningún caso ni se pueden modificar
sea cual sea la finalidad por la que se pretendan cambiar?
Para
responder a esta pregunta, lo primero ha de ser – como es lógico –
precisar qué es lo que entendemos los católicos cuando hablamos de
“dogmas
de fe”.
Tomo la respuesta a esta cuestión de la última edición del gran
volumen de Teología
dogmática
de Gerhard Ludwig Müller
(Barcelona, Herder, 2009, 78-79), actualmente cardenal prefecto de la
Congregación para la doctrina de la fe. Según afirma acertadamente
este cardenal, para saber lo que es un “dogma de fe”, tenemos que
recurrir a la definición que formuló el concilio Vaticano I (1870)
en la constitución dogmática sobre la Fe Católica (cap. 3º):”Deben
creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se
contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional (“in
verbo Dei scripto vel tradito”),
y son propuestas por la Iglesia para ser creías como divinamente
reveladas, ora por solemne juicio, ora por su ordinario y universal
magisterio”
(Denzinger-Hünermann, 3011).
Por
tanto, para que una afirmación religiosa sea “dogma de fe”, no
basta que esa afirmación se encuentre en la Biblia o sea presentada
en la tradición más seria y auténtica de la Iglesia. Además de
eso, es indispensable que tal afirmación sea propuesta para ser
creída por el “juicio
solemne”
de la Iglesia. Tal juicio solemne sería una “definición
dogmática” de un Concilio ecuménico o de un papa. En cuanto al
“magisterio
ordinario”,
tendría que ser una verdad, aceptada como verdad revelada por Dios
por la Iglesia universal, cosa que en este caso no sucede, dadas las
muchas dudas y teorías opuestas que existen entre los católicos,
precisamente en los numerosos y discutidos asuntos relativos a la
famila.
Por
tanto, los problemas relativos a los modelos de familia no son, ni
pueden ser, dogmas de fe. En consecuencia, el
Sínodo tiene
– desde el punto de vista dogmático – entera
libertad
para deliberar y decidir lo que crea más conveniente para el bien de
los seres humanos, de la sociedad y de la Iglesia.
En
consecuencia, quienes echan mano de los dogmas de la Iglesia, para
limitar la libertad de los participantes en el Sínodo a la hora de
tomar sus decisiones, hacen lo mismo que haría quien echase mano de
una solemne mentira para imponer sus propias ideas o sus propias
conveniencias. El Sínodo, por tanto, puede perfectamente decidir lo
que considere más conveniente para resolver los problemas relativos
a los divorciados, a los homosexuales, al celibato de los sacerdotes
o a la ordenación sacerdotal de las mujeres. En todo caso, quien
tenga sus propias convicciones sobre los asuntos mencionados, que las
presente como propias, pero que nunca tenga el atrevimiento de
afirmar que eso pertenece
a la fe de la Iglesia
o que en ningún caso se puede hacer.
* Teologo
spagnolo.
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