Pubblichiamo di seguito l'intervento dell'arcivescovo di Panama, mons. José Domingo Ulloa Mendieta, durante la Quinta Congregazione Generale del Sinodo dei vescovi, mercoledì 8 ottobre scorso (http://www.arquidiocesisdepanama.org/).
Quiero referirme a los que nos
presenta el N. 50 del Instrumento Laboris, sobre la responsabilidad
que como pastores tenemos frente a la Pastoral Familiar.
Hace 34 años se reunió aquí mismo el
VI Sínodo con el tema de la Misión de la familia cristiana en el
mundo contemporáneo. Las reflexiones de este maravilloso Sínodo
sirvieron de base para esta Carta Magna de la Pastoral Familiar que
ha sido la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio de San Juan
Pablo II. Luego del Magisterio Pontificio de este inolvidable Papa y
de quienes lo han sucedido en la Cátedra de San Pedro, Benedicto XVI
y Francisco, así como las orientaciones de los Obispos a lo largo
del mundo se ha continuado iluminando nuestro camino pastoral al
servicio de las familias y con las familias.
A pesar del propósito del VI Sínodo
y de la Familiaris Consortio, la renovación de la pastoral familiar
en el mundo se ha quedado corto en su ejecución. Por eso los
problemas de las familias que se mostraron con tanta claridad en 1980
no se han solucionado sino que se agravaron y han venido apareciendo
otros con mayor virulencia. Desde esta realidad creo que tenemos que
aceptar que tal vez en gran parte en nuestras Conferencias
episcopales y en nuestras Diócesis no hemos asumido como prioridad
la animación y el acompañamiento de la Pastoral familiar.
Ha sido más fácil mantener lo de
siempre y nos ha costado asumir riesgos aun a costa de accidentarnos.
También creo que es necesario no solo
escuchar sino creer más en los laicos y en las propias familias.
Estoy convencido que es desde ellos y con ellos como vamos a
encontrar las respuestas que la familia requiere hoy.
Generalmente reaccionamos cuando se nos
presentan los problemas y no hemos asumido una Pastoral familiar de
acompañamiento, animación y prevención.
Necesitamos que de este Sínodo resulte
un fuerte compromiso de todos nosotros para desarrollar en cada una
nuestras diócesis “una pastoral familiar intensa y vigorosa para
proclamar el evangelio de la familia, promover la cultura de la vida,
y trabajar para que los derechos de las familias sean reconocidos y
respetados” tal como nos lo presenta el Documento de Aparecida, en
su No. 435.
Pues solo con hogares renovados en el
Señor nuestras Iglesias particulares y nuestros países
experimentarán una fuerte renovación en todo sentido.
Si queremos responder adecuadamente hoy
al reto de la pastoral familiar, tendremos que recorrer también un
camino de “conversión, no solo personal sino pastoral”; esto
nos plantea exigencias que el Documento de Aparecida en su número
366 señala muy bien:
1. FAMILIARIZAR TODA LA ACCIÓN
PASTORAL
En primer lugar es una tarea pastoral
que nunca debe faltar: “Los planes de la pastoral orgánica, a
cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración
la pastoral de la familia”. (Familiaris Consortio, N.70).
En segundo lugar la pastoral familiar
tiene como característica que, a medida que se desarrolla, va
exigiendo la presencia y la acción de las otras gamas pastorales
como la catequesis, la liturgia, la pastoral educativa, la pastoral
de la salud, la pastoral social, la pastoral juvenil, etc.). De hecho
la pastoral familiar se convierte en un componente imprescindible en
las demás pastorales especializadas.
La pastoral familiar no puede ser una
pastoral más ni reducirse a algunas acciones puntuales y
descoordinadas. Debe estar presente en toda la acción pastoral, como
un verdadero eje transversal, prioritario y central, de forma que la
familia sea realmente sujeto y objeto de la evangelización.
Cuando hablamos de “pastoral
familiar” nos referimos a una pastoral que tenga en cuenta a toda
la comunidad familiar. Para esto se necesita desarrollar una
metodología de trabajo que favorezca la presencia y la interacción
de todos sus miembros adultos, jóvenes o y niños.
2. CONOCER Y ACEPTAR LA SITUACIÓN
REAL QUE VIVEN LAS FAMILIAS, CON SUS FORTALEZAS Y DEBILIDADES Y
ACOMPAÑARLAS PASTORALMENTE CON PROGRAMAS ADECUADOS A SUS
NECESIDADES.
A ejemplo de Jesús de Nazaret que
anunció e hizo presente el Reino, pero que también advirtió que
este crece lentamente, acogiendo y acompañando con amor
misericordioso a quienes aún no vivían su plenitud, la pastoral
familiar debe anunciar y proclamar el modelo ideal de familia
cristiana, pero tiene que trabajar con amor por las familias que
realmente existen, con sus problemas, sus carencias, angustias y
pecados. Los programas pastorales deben partir de la realidad de la
familia, para evangelizar, servir y acompañar a toda la familia y a
todas las familias, cualquiera que sea su situación, y especialmente
a quienes más lo necesitan por sus problemas humanos y por las
dificultades que encuentran para vivir el ideal cristiano.
3. FORMAR ADECUADAMENTE A LOS AGENTES
DE PASTORAL FAMILIAR.
Hoy más que nunca tenemos que
fortalecer la formación de los sacerdotes -tanto diocesanos como
religiosos-, los diáconos permanentes y los agentes en la pastoral
familiar. Urge hacer conocer e implementar en los Seminarios y en las
casas de formación de los religiosos y religiosas e institutos el
magnífico documento de la Sagrada Congregación para la Educación
Católica “Directrices para la formación de los seminaristas
acerca de los problemas relativos al Matrimonio y a la Familia”
(Marzo 19 de 1995) que no ha perdido vigencia, por el contrario se
advierte más urgente hoy cuando la tarea de la pastoral familiar de
muestra más necesaria. Los Obispos latinoamericanos, en la
Conferencia de Santo Domingo ya lo proponían: "Para ello es
necesario capacitar agentes. Los movimientos apostólicos que tienen
por objetivo el matrimonio y la familia pueden ofrecer apreciable
cooperación a las Iglesias particulares, dentro de un plan orgánico
integral" (Sto. Domingo 222).
4. EQUIPAR NUESTRA PASTORAL FAMILIAR DE
BUENOS PROGRAMAS Y RECURSOS PEDAGÓGICOS.
Nuestras familias se lo merecen. "Esta
pastoral debe estar al día en instrumentos pastorales y científicos.
(Sto. Domingo, N.64). El Papa Juan Pablo ya urgía: “La Iglesia
debe promover programas mejores y más intensos de preparación al
matrimonio, para eliminar lo más posible las dificultades en que se
debaten tantos matrimonios, y más aún para favorecer positivamente
el nacimiento y maduración de matrimonios logrados”. (F.C. 66). Se
trata de mejorar la calidad de nuestra acción pastoral compartiendo
las experiencias y los buenos logros que se van consiguiendo cuando
se aplican juiciosamente los conocimientos y las iniciativas de los
expertos al servicio de la misión de la Iglesia.
Con todo el respeto queridos hermanos
pidamos unas gracias especiales, que frente a esta gracia que el
Señor nos regala en este Sínodo de la Familia, no nos quedemos solo
en buenas intenciones.
Que como fruto de este Sínodo podamos
-no solo afectiva sino efectivamente-familiarizar toda la acción
pastoral de la Iglesia.
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